jueves, 2 de enero de 2014

Por el camino de ¿Santiago? a Puerto Vallarta

Para romper un poco la tónica, y quizás por vergüenza torera de los días de relax que llevaba, me pongo en marcha a una hora medianamente decente, las 09.30... aun a pesar de que México es un país que comienza a moverse a las 06.00 a.m., así que me quedo con mi vergüenza.

Desde Tepic se me plantean dos opciones: dirigirme hacia el interior, por Guadalajara y de ahí hacia México DF; o continuar por la costa, pasando por Puerto Vallarta y después Acapulco. Opto por esta segunda vía, ya que el mar siempre me llama más que el interior; además, desde donde estoy hasta el mar debería ser bajada ¿y quién le dice no a una bajada?

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Altiplano

El día comienza mayormente en llano, esta parte del altiplano es realmente bonita, grandes praderas, bordeadas por colinas. Tal parece la caldera de un volcán de enormes dimensiones. Paso por Xalisco, una bonita población con plaza dedicada a D. Miguel Hidalgo. Tomo foto y carretera.

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A D. Miguel Hidalgo

Poco después paso por la ciudad de Compostela. Vaya, creo haber pasado hace poco por Santiago también. Se ve que nuestros ilustres conquistadores/descubridores no eran muy originales a la hora de  poner nombres. En Compostela paro a tomarme un refrigerio y en estas estoy cuando un individuo me pregunta que cuanto quiero por la bici, un par de millones de pesos, respondo, y espantado sale huyendo. No ha sido habitual que me anden preguntando estas cosas, pero tampoco ha sido extraño en absoluto, y lo cierto es que estas preguntas me hacen sentir un poco incómodo. Creo que aquí se hacen con la mayor naturalidad pero no es algo a lo que esté acostumbrado.

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Compostela

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Señales de alerta
Después de comprobar que esta Compostela de acá, no siendo fea, le queda un poco lejos a la nuestra, decido retomar camino hacia La Peñita de Jaltemba. Entre estos dos puntos habrá tres momentos reseñables: el primero es darme cuenta de que mi cubierta trasera empieza a pedir un relevo, lo cual me mosquea bastante, ya que las anteriores aguantaron como campeonas desde Alaska hasta California y estas no llevan ni la mitad de tal recorrido; el segundo, que se produjo al tiempo del primero, es un bendito cartel que me indica que tengo 23 km de bajada, ¡¡ahí es ná!!; a lo largo de tantos kilómetros me he encontrado multitud de pequeños altares a los lados de la carretera, pero ninguno me dio tan mal rollo como el que me encontré en esta misma bajada.
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Templo al increíble Hulk

Al final, unos 97 km más tarde, llego hasta La Peñita de Jaltemba. Llevaba parte del día temiendo que el nombre fuese uno de esos juegos de palabras que venían a decirte que el pueblo había sido instalado en lo alto de un cerro o algo por el estilo. Por suerte la peñita que da nombre al pueblo está en la bahía, dándole un puntito muy gracioso al atardecer.

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Desde el paseo marítimo. O malecón, como lo llaman aquí.
El pueblo es pequeño, y fundamentalmente se mueve en torno a la calle que une la carretera con la Playa Hermosa, que es arenosa, estrecha y muy alargada. Esta calle, donde alternan restaurantes, zapaterías, hoteles y cuanto puedas necesitar, en definitiva, guarda un rincón "siniestro" y es que tanto  pájaro junto no puede tramar nada bueno.

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Hitchcock se lo vio venir.
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Bueno, parece que hoy he de llegar a uno de esos centros neurálgicos del turismo internacional. La celebérrima ciudad de Puerto Vallarta está a unos 80 km de aquí y el camino no parece que haya de ser especialmente duro. Sin embargo, tengo en la cabeza el tema de la rueda trasera, ya que, si se ha desgastado tan rápido, ¿cómo puedo saber cuanto ha de durar? Así que me apunto en mis deberes el buscar un neumático nuevo en Puerto Vallarta o, en caso de no encontrarlo, localizar una tienda en Acapulco para que me lo traigan.

Como viene siendo tónica habitual (salvando el tramo de costa californiana), viajo junto al mar, pero sin ver el mar; aun así, su aroma resulta revitalizante y generalmente el terreno suele ser más suave que el interior (salvo el tramo de la costa californiana, again). Esta será la tónica general, salvo en unos kilómetros que la carretera salva un cabo, adentrándose hacia el interior y levantando el perfil un poco. Nada que un aguerrido pedalista no pueda superar.

Como suele suceder cuando uno tiene excesivamente claro a donde pretende llegar, las distancias parecen alargarse, el calor parece apretar y aparecen horas de donde no se las buscaba uno... y es que abandonaré el estado de Nayarit para entrar en Jalisco, y hay que ponerle una hora más al reloj (o eso creo). Así que dedico al comer esa hora "malgastada" en Bucerías. Desde aquí son 30 km de sosa recta hasta Puerto Vallarta.

Una vez en la ciudad me tiro a un pequeño hotelito asequible pero en el que, por una vez, no tendré un catálogo de artrópodos por compañeros de cuarto (que delicaito puede llegar a ponerse uno). Incluso tengo una piscina y desayuno. Casi me siento un turista de camisa floreada.

Mi pinta de "perro-flauta" me delata, de modo que a la entrada del hotel se me acerca un individuo de esos que ves venir a cientos de kilómetros, una versión grasienta, escurrida y algo ridícula de Sony Crocket (Corrupción en Miami). Después de hacerme un par de preguntas que de largo se ve que no le interesan para nada acaba ofreciéndome su "mercancía". No dejan de sorprenderme estas cosas, aunque estoy seguro de que, de tanto en tanto algún cicloturista "quiera darse una "alegría", en general nos tengo por gente bastante sana; ciertamente no somos su mercado objetivo. Así que me deshago de él y sigo a lo mío.

La ciudad es bastante pequeña, y no tiene visos de poder crecer mucho. Por un lado está limitada por el mar, obviamente, por el otro por montañas y por último queda cerrada por el aeropuerto, que está prácticamente en la misma ciudad y es por donde yo entré (casualidad, había un avión de Alaska por allí). Limpia y coqueta, su mayor atractivo son sus playas y las vistas que desde allí se tiene de la costa. Para ver la costa, de forma casi irremediable, hay que saltarse las moles de cemento que son los hoteles de las más variadas cadenas. Esperaba yo encontrarme una playa abarrotada de gente y nada más lejos de la realidad. Unas cuantas personas paseando solas o con sus mascotas y unos pescadores afanándose en sacar sus barcas de la mar.

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Al final, como me suele suceder, termino por hacer las cosas a medias, pero en este caso tengo mis motivos. He llamado a varias tiendas de la ciudad y no tienen los neumáticos que quiero. Schawlbe no se distribuye en México, aunque las pueden pedir, pero claro, eso será una semana de espera, así que paso. Iba a pedirlas a Acapulco, donde espero llegar en unos 10 días, pero he empezado a oír algunas cosas... no se, puedo aguantar un poco hasta estar más cerca para llamar a las tiendas de Acapulco. No quiero dejar a nadie colgado con esos neumáticos si al final se confirman los rumores que me llegan.

http://www.movescount.com/moves/move19707983

iglesia, calle, puerto vallarta, turismo sostenibleNo entraba en mis planes hacer un día tan flojuno, pero a veces las cosas salen así. Para empezar, para una vez que tengo una buena habitación, la aprovecho hasta última hora, y como además el desayuno era un buffer, pues mira, hasta la cena no va a tocar comer de nuevo.

Salir de Puerto Vallarta me lleva su tiempo. El trazado es muy agradable (salvo por el maldito adoquinado) y de tanto en tanto me dejo caer hasta el paseo marítimo. Esta parte de la ciudad, no es tan "ciudad" como la zona de grandes hoteles donde pasé la tarde de ayer, esto es más "pueblecito", muy colorido, de calles estrechas y, más de una vez, terriblemente empinadas.
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No me había percatado de que no se estila la toalla en la arena. Son más de de sombrilla, mesa y sillas.
Lo que las calles me anticipaban se vuelve una realidad. El perfil de la carretera se hace abrupto aunque bonito, y aun a pesar de las urbanizaciones que agarradas cual garrapata a las fuertes pendientes jalonan la carretera. No obstante, esto es sólo por los primeros 5 ó 6 kilómetros, más allá los tramos vírgenes son más numerosos que las zonas pobladas, y así uno se tropieza con playas de este calibre en las que, inevitablemente, detiene su andar.

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Toca un remojón... a ver si vamos arreglando el moreno de albañil
Después de este momento hedonista, y tras percatarme de lo tarde que se me hace me pongo en marcha. De momento quiero llegar a un pequeño pueblo llamado Boca de Tomatlan desde donde abandonaré la costa para empezar a subir.

Bueno, empezaré a subir mañana, porque el lugar me ha gustado, y aunque haya hecho únicamente 20 kilómetros creo que me quedaré por aquí. Busco un cuarto pero parece que va a ser que no. Así que como algo y me bajo a la playa a disfrutar de la vista. El pueblo está dividido en dos, a cada lado de la desembocadura de un río. Las aguas de este, muy refrescantes, chocan con las del mar, más cálidas, formando una pequeña ola que ha creado una acumulación de arena por el que casi se puede cruzar de lado a lado; no obstante las gentes del pueblo prefieren remangarse un poco y cruzar andando el río, que no es profundo.

Así que me doy el tercer baño del día.

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Cruzando a la otra orilla de Boca de Tomatlan.
Hablando con unos pescadores me recomiendan que no me quede a dormir en la playa, aunque podría, ya que "la raza" baja por la noche y arman mucho jaleo, así que me recomiendan subir un poco por la carretera y bajar al cauce del río por una de las salidas cosa que hago. La humedad, en cualquier caso, es sofocante a la hora de meterme en mi tienda y han de pasar un par de horas hasta que consigo dejar de sudar... claro que para entonces casi he creado charcos. Aun así, y siendo un día corto, ha sido gratificante.