martes, 4 de febrero de 2014

Morelia. Visicitudes de un viaje.

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"El bonico"
Lo malo de pasar una mala noche es que, usualmente, le sigue una mala mañana. Más que levantarme, me arrastré fuera de la tienda. Darme cuenta de que no estaba solo y que mi reptar gusanil estaba afectando a mi imagen me ayudó (obligó) a recomponerme un tanto. Había dormido como no lo hacía desde que comencé el viaje allá por Alaska: con los pantalones largos de ciclismo y una sudadera dentro de un saco que permite dormir confortablemente a -10º... y aun así había pegado algún tiritón. En fin, que con resignación asumo que no estoy fino. Así que ahora me toca decidir si languidezco aquí mismo o si hago un esfuerzo para ver si, dándole un poco al pedal, entro en calor.

A pesar de que ayer habíamos hablado de salir temprano para llegar con luz a Morelia, que nos queda a unos 80km, nos tomamos esto de desayunar y recoger con bastante calma. Un amanecer plomizo y una fina lluvia no son los mejores incentivos para salir a la intemperie. Es increíble lo que un simple techo puede hacer por tu comodidad.

No obstante, a las 08:02 y con mi estimado Bob Yak cargado hasta las cejas, estamos cerrando la puerta del camping tras de nosotros y comenzamos a avanzar. Después de una pequeña bajada comienzan 8 km de continua subida, no demasiado empinada. Usualmente me hubiese venido muy bien ya que los escasos 12º que hacía no daban para estar muy calentito, pero tal y como andaba me parece que ni subidas ni bajadas iban a hacerme mucho bien.

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¿Platero?
Habíamos establecido un punto de reunión. Allá por Huaniqueo, unos 30 km más adelante, donde dejaríamos la carretera de cuota para internarnos por carreteras secundarias, con peor trazado y arcén pero menos transitadas y con mejores vistas. Para cuando llegué a este punto ya me había quedado claro que no era con ejercicio como iba a reponerme. La gracia llegó cuando nos dimos cuenta de que nos faltaban cuatro compañeros; resultó que por despiste se saltaron la salida y continuaron por la carretera en un camino más recto hacia Morelia. Me despedí de los presentes citándome con ellos para el día siguiente en el congreso que en Morelia se celebraba.

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Compañero de habitación.
Huaniqueo de Morales es una pequeña localidad que, en mi ignorancia, me atreveré a decir que no tiene nada de particular. Pude encontrar hospedaje en una desvencijada casa. Ducha y a dormir. Es increíble lo curativo que puede llegar a ser el sueño. Para las 17:00 me desperté y bajé al pueblo a dar un paseo y comprar algunas viandas, fruta fundamentalmente. De charla con el dueño de la tienda me contó que estuvo trabajando como técnico en un laboratorio en los EEUU (fotografías incluidas) e incluso tuvo un negocio de compraventa de vehículos. Lo dejó todo atrás cuando su padre se hizo mayor y no pudo ocuparse de la desvencijada tienda en la que me atendía. Es cierto eso de que la tierra que nos vio nacer tira mucho de nosotros.







Como se suele decir "una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa". Y está claro que esto ya es otra cosa. Para llegar a Morelia debo hacer solamente unos 50 km, así que me lo tomo con calma. Concentro en el desayuno las calorías de una semana y preparo la bicicleta. Las alforjas, pobrecitas ellas, están a punto de convertirse en un montón de jirones, pero aun aguantarán un poco más con la caja de imperdibles que compré ayer.

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Un día perfecto para hacer un poco de turismo sostenible-

El sol luce y calienta, y a poco de empezar me doy cuenta de cuanta razón tenía Bernardo al decidir dejar la carretera principal. El camino es más duro, con algunas rampas que casi me obligan a echar el pie a tierra, pero la paz que se respira es impresionante. Atravieso algunos pequeños pueblos donde la gente te observa con abierta curiosidad pero nadie hace el intento de hablar conmigo. No siento ni sombra de mi estado de ayer, y casi lamento que sólo haya 50km hasta Morelia porque realmente disfruto de la carretera.

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Una de las pocas praderas "llanas" que me encontré en el día.
Movimiento Antorchista, reivindicando.

Lamentablemente todo tiene un final, y en este caso el final llegó al entrar en Morelia. No me entendáis mal, es una bonita ciudad, pero los accesos dejan algo que desear, cosa usual en grandes ciudades. El asfalto vuelve a estar destrozado y paso del plácido paseo a una jungla donde un cicloturista está en la parte más baja de la cadena trófica (vamos, que los coches se me comen por los pies). Por suerte me tropiezo con un ciclista que casualmente también va hacia el pabellón donde se celebra el congreso así que a duras penas consigo seguirlo. La verdad es que me parto de la risa con las cabriolas que va haciendo con una fixie, casi parece que quisiera impresionarme.

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VI Congreso Nacional de Ciclismo Urbano. Morelia.

Finalmente llego al pabellón donde me encuentro de nuevo con mis efímeros compañeros. Pasamos la tarde de charla, escribiendo en blogs y, como he llegado con la bicicleta completita, dando explicaciones a diestro y siniestro sobre mi viaje. En este primer día no llegué a entrar a ninguna ponencia, aunque al día siguiente estuve en un par de ellas, sobre los niveles de contaminación en distintas ciudades de México y sobre la adaptación de las ciudades a la bicicleta. Interesantes. Gracioso, que podríamos decir, fue el momento en el que, sentado atendiendo a una de las conferencias, el biceps crural (el de la parte de atrás del muslo) decidió que era un buen momento para acalambrarse, vaya si había tenido meses para hacerlo y tuvo que escoger uno de mis pocos días de relax, así que ante la divertida mirada de Paul, me tocó morderme un puño mientras la otra mano intentaba deshacer el nudo de doble lazada que se me había formado en la pierna.

Bob no es el único remolque del mercado.

Iba tocando ver donde me iba a quedar y parecía que el personal se había repartido un tanto. Alvaro con una chica de couchsurfing, Bernardo y algunos más con un amigo, así que al final Olli me comentó que se habían quedado en un albergue y resultó que aún tenían plazas. Habíamos quedado para más tarde con el resto en el centro de Morelia, donde se iba a iniciar una marcha cicloturista nocturna que iba a dar mucho de si...

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Inicio de una noche "memorable"
A la marcha fui ligero, es decir, sin carrito, sin alforjas y sin mochila. Cámara, teléfono y cartera a los bolsillos y en el casco la cámara de video. Nos encontramos con el resto del grupo y visto que la marcha como tal iba a tardar un poco en comenzar nos escabullimos para comer algo ya que no habíamos tenido ocasión de cenar. Al poco la "serpiente multicolor" comenzó a moverse, con la típica calma e indolencia del que sabe que la prisa no lo llevará a ningún lado, y a ella nos unimos.

No más allá de 400 metros más adelante llegamos al primer tapón donde hice el clásico palmeo para controlar que todo estaba en su sitio: ¿casco con cámara? comprobado; ¿cartera? comprobado, ¿cámara de fotos? comprobado, ¿movil?... ¿movil?... ¿movil? ¡¡¡¡UOPS!!!! Maldita sea, donde diantres está mi iPhone. Media vuelta, vista al suelo y a recorrer en dirección opuesta a la marcha el camino antes hecho. Llego hasta la plaza y vuelvo sobre mis pasos una vez más, ahora hay menos ciclistas y la esperanza es lo último que se pierde. Nada, no hay suerte... piensa Fernando, piensa. ¡¡Pues claro!! ¡¡El localizador!!  La mayoría de los teléfonos de media gama hacia arriba vienen equipados con GPS  lo que, en determinadas circunstancias, te permite localizarlos, así que me dirijo rápidamente hacia el albergue, enciendo el ordenador y ¡voila! ya se donde está mi teléfono. Mi problema ahora es que no puedo ir a por él ya que no tengo otro teléfono con el que seguir la señal. Espero unos minutos y compruebo que efectivamente, la señal es estable y puedo ver por donde va... que gracioso, está siguiendo el recorrido de la marcha en la que me encontraba. Quizás se me cayó y alguien lo recogió. Estoy a punto de enviar un mensaje al movil ofreciendo una recompensa si me lo traen al albergue cuando caigo en la cuenta de que jamás se me había caído el movil antes, y no quiero advertir al actual depositario (por no usar un lenguaje más claro) de que se que lo tiene.

Así que hablo con el dueño/gestor/recepcionista del albergue, Mike, americano, y le explico lo sucedido. Le pido el teléfono del albergue y si me puede facilitar el número de la policía, a lo que me responde con una mirada llena de escepticismo. Marco y le explico a una señorita la situación. -"En 15 minutos le contactarán". Mientras espero sigo el teléfono en la pantalla de mi ordenador. Espero que no le de por apagarlo. Suena el teléfono y vuelvo a explicar la situación: necesito a un agente con un movil con conexión a internet para poder localizar el mío. En 5 minutos tengo en la puerta al agente Vasquez, de paisano, y con su iPhone en la mano. Accedemos a la aplicación y localizamos el terminal. Ahora al coche, de los que se vendrían a llamar "de la secreta". Él conduce y yo le voy indicando las calles por donde se mueve mi teléfono. Uno hubiese pensado que al tratarse de una persecución de un coche contra una probable bicicleta la cosa podría haber sido calmada, pero el manojo de canas que me salieron en el trayecto dan fe de de lo contrario.

Pues cantando iba yo las calles cuando al mentarle una de ellas, cuyo nombre no recuerdo, me pidió que se lo confirmase. Algo en su tono de voz me hizo temer lo que más tarde me confirmó. Entrábamos en "zona de guerra". La señal se detiene y por más que refresco la pantalla no me da ningún movimiento, no se si han apagado el teléfono o realmente se han detenido. Unos 5 minutos más tarde llegamos a la última localización conocida del movil. En la esquina donde se supone debería estar el iPhone, un grupo de personas charlan a la puerta de su casa; aparcamos un poco más adelante y me comenta que cree conocer a esta gente, lo dice con ese tono que te deja claro que no es porque se los encuentre los domingos en misa, y me indica que no salga del coche. Ni se me ocurre.

Se dirige a ellos y comienza una discusión de la que apenas puedo distinguir palabras sueltas. 5 minutos más tarde se termina de montar el follón al aparecer dos furgonetas llenas de policías "a la mexicana", esto es, con cascos, armas de repetición y chalecos antibalas. Por un momento estoy tentado de recordarles que se trata únicamente de un movil, que por lo que a mi respecta le pueden ir dando por donde no luce el sol. Pero el tinglado está ya montado. Los "malos" que no los dejan entrar, los buenos que, siendo conscientes de que no tienen una orden de registro, no quieren/pueden forzar la situación. Por un momento creen ver algo en los tejados y todas las linternas apuntan a los tejados. A todo esto mi teléfono ha dejado de transmitir señal, lo han apagado.

Han pasado casi dos horas desde que llegamos y el agente Vasquez se acerca taciturno al coche. Me explica que están tardando demasiado en recibir la orden de registro y que sin esta no pueden entrar en la casa. Lamenta que esto esté tomando estos derroteros y que para cuando llegue la orden ya se habrán deshecho del movil. Lamenta mucho la imagen que me llevaré de Morelia. 3 policías más se acercan a disculparse. !!3¡¡.Yo alucino. Trato de hacerles ver que esto me podría haber pasado en mi casa, que han hecho, y doy fe de ello, todo lo posible dentro de la legalidad, por recuperar mi terminal; y que mi imagen de Morelia no se ha visto para nada menoscabada, todo lo contrario, gracias a la entrega que han puesto en una misión tan trivial como esta.

Camino del albergue, sin embargo, el agente razona que "el malo sabe que nosotros sabemos que tiene el movil, y también sabe que en cuanto lo encienda lo localizaremos o que usted lo habrá bloqueado, así que mañana por la mañana querrá deshacerse de él... creo que lo dejo a usted en el albergue y me vuelvo para pillarlo". No tengo my claro que decir. Así que le agradezco el esfuerzo y le hago ver que hablamos sólo de un movil.

Al llegar al albergue le explico a Mike lo sucedido y lo cierto es que alucina. "Quizás será porque eres un turista, a uno de aquí no le hubiesen hecho ningún caso". Pues no lo se, pero el cuerpo me pide descansar, son las 03:00 a.m. y la noche ha sido intensa. Mike me deja el inalámbrico "porque nunca se sabe".  A las 06:00 el teléfono suena. -¿Diga?-, -¿Fernando?, tengo su celular, en 15 minutos estoy allá.- Creo que estoy demasiado dormido y no le doy mucho crédito a mis orejas, pero 15 minutos más tarde el agente Vasquez me termina de sacar de mi sueño cuando me devuelve, intacto el movil, con su funda, una batería de una cámara que tenía de repuesto y 4 ó 5 pesos que había dentro. Mike y yo estamos estupefactos. El agente me cuenta que estuvo esperándolo hasta que, sobre las 05:30 lo vio salir y estuvo charlando con él hasta que le dio el terminal. Al parecer lo había encontrado en la calle y salía para devolvérmelo... a las 05:30 de la mañana, claaaaaro. Le agradezco al agente su trabajo, lo que él declina diciéndome que es sólo eso, trabajo.

Tres detalles que olvidé comentar: 
1. Poco antes de "extraviar" el movil me llegó un SMS del agente Magaña, aquel me escoltó mientras dormía unos días antes de llegar a Manzanillo, y aun no le había respondido.
2. Cuando hablé con el agente Vasquez al principio, le comenté que iba a enviar un mensaje al movil para ofrecer una recompensa de unos 500/1000 pesos, pero que al final no envié. Hubiese sido muy sencillo para él decirme que tuvo que soltarle 500 pesos al malo para que le diese el teléfono como "agradecimiento por devolverlo". No lo hizo.
3. Justo antes de volver al albergue, el agente estuvo hablando con un vecino. Cuando terminó se metió en el coche, tomó una cámara de video y se puso a gravar un vehículo indicando que se abriesen diligencias para investigar la procedencia del mismo. Ante mi cara de asombro me explicó que el vehículo pertenecía a un policía según le indicaba el vecino, pero que quedaba fuera del presupuesto de un policía; que quizás fuera de la mujer, o vaya usted a saber, pero que había manzanas podridas que era mejor sacar del cesto.

Todos hemos oído hablar de las famosas "mordidas" de la policía mexicana, y quizás mi experiencia sea una raya en el agua pero... bueno, hay gente buena y honrada en más lugares de los que uno se imagina. Así que desde aquí, mi agradecimiento y respeto a la policía de Morelia, estado de Michoacán.



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